La hiponatremia es probablemente el trastorno electrolítico más común en el ser humano. Su frecuencia es mayor en las mujeres, los ancianos y en pacientes que están hospitalizados en los que puede llegar hasta el 15-20%, aunque rara vez es importante, por debajo de 130 mEq / L. Es muy común en ancianos institucionalizados.
Clásicamente se pueden distinguir hiponatremias hipo, eu o hipervolémicas, a la que se ha incorporado la llamada redistributiva, causada por una salida de agua desde el interior celular, que puede ser deletérea si es importante.
Las causas más comunes son aquellas que suponen un exceso de ingresos hídricos, no acompañados de una entrada similar de Na, como en la polidipsia o potomanía, o por una pérdida disminuída de agua, como en el Síndrome de Secreción Inadecuada de ADH, o por retenciones hidrosalinas, pero con exceso de retención de agua sobre la retención de Na, como en las insuficiencias cardiaca, renal, hepática o suprarenal. Pueden aparecer en algún otro transtorno endocrino, como el hipotiroidismo, o por consumo de algunos medicamentos o drogas (diuréticos).
El tratamiento dependerá del tipo de hiponatremia observada, además del tratamiento etiológico.
En las hiponatremias hipervolémicas, se utiliza la restricción de agua y sal, con o sin utilización de diuréticos, con control de que los mecanismos homeostáticos del agua y sodio están conservados. En hiponatremias euvolémicas, una causa frecuente es la hiperlipidemia, por lo que suele bastar con la correción de esta junto a la restricción de agua. En las hiponatremias hipovolémicas, si son importantes, pueden utilizarse soluciones salinas hipertónicas, al 2 o 3%, aunque en estos casos, la reposición de los niveles de Na debe ser muy cuidadosa, por el riesgo de mielinolisis pontina central (en general, debe titularse la infusión para un ascenso del Na < 0.5 mEq/L por hora).